jueves, 26 de diciembre de 2019

Poema de Susana Thénon 


LA ANTOLOGÍA

¿tú eres
la gran poietisa
Susana Etcétera?
mucho gusto
me llamo Petrona Smith-Jones
soy profesora adjunta
de la Universidad de Poughkeepsie
que queda un poquipsi al sur de Vancouver
y estoy en la Argentina becada
por la Putifar Comissión
para hacer una antología
de escritoras en vías de desarrollo
desarrolladas y también menopáusicas
aunque es cosa sabida que sea como fuere
todas las que escribieron y escribirán en Argentina
ya pertenecen a la generación del 60
incluso las que están en guardería
e inclusísimamente las que están en geriátrico


pero lo que importa profundamente
de tu poesía y alrededores
es esa profesión –aaah ¿cómo se dice?–
profusión de íconos e índices
¿tú qué opinas del ícono?
¿lo usan todas las mujeres
o es también cosa del machismo?


porque tú sabes que en realidad
lo que a mí me interesa
es no sólo que escriban
sino que sean feministas
y si es posible alcohólicas
y si es posible anoréxicas
y si es posible violadas
y si es posible lesbianas
y si es posible muy muy desdichadas


es una antología democrática
pero por favor no me traigas
ni sanas ni independientes

lunes, 23 de diciembre de 2019


Un poema de Irene Gruss

Vejez

¿Has empequeñecido porque fuiste poco
o ensanchado tu abdomen como Buda
a fuerza de creer saber más?
¿Desalmada o, sencillamente, 
renunciaste a la forma?

domingo, 15 de diciembre de 2019

La voz de Puig   
Por Juan Forn 
General Villegas tiene hoy más o menos la misma población que tenía hace cincuenta años, cuando Manuel Puig lo retrató en sus novelas La traición de Rita Hayworth (1968) y Boquitas pintadas (1969). Pero si en aquella época alguien nombraba a Puig en su ciudad natal, era para decir: “Ese puto mentiroso”. Hoy, en cambio, a la entrada de Villegas hay un gran cartel con una hermosa foto suya y una leyenda que dice “La ciudad del escritor Manuel Puig”. Más significativo aun: hasta mediados de los años 80, en la Biblioteca de Villegas no había un solo ejemplar de La traición ni de Boquitas, hasta que empezó a ocurrir una silenciosa e impresionante movida: una mujer (la bibliotecaria de la ciudad) empezó a dar talleres de lectura sobre esas dos novelas en las escuelas, y poco a poco, año tras año, sucesivas generaciones de jóvenes de Villegas empezaron a leer a Manuel Puig.
El problema de Villegas con Puig no fue por el modo en que retrató, en Boquitas pintadas, a Danilo Caravera, un joven que era una leyenda por su despampanante apostura, su gentileza y cordialidad, y su despiadada y prematura muerte, de tuberculosis. Al tocar a Danilo, decían en Villegas, Puig había manchado al pueblo y a su gente. La verdad de la milanesa es, en realidad, la imagen de sociedad libertina e inmoral que daba Puig de Villegas. “Acá hay muchos cuernos y todos hablan de eso. Pero ¿escribir un libro? No, eso no se hace”: ése fue el veredicto. Lo que sorprendió a Patricia Bargero fue que Villegas se escandalizara por eso e hiciera la vista gorda, en cambio, a lo que Puig denunciaba de verdad en sus novelas: la violencia silenciosa practicada contra niños y mujeres, en especial de clase baja.Esa mujer se llama Patricia Bargero y supimos de ella por el excelente documental Regreso a Coronel Vallejos. Carlos Castro, el director del documental, nació y se crió en Villegas. Como Patricia, oyó desde chico lo que se decía en voz baja sobre Puig, pero también vio desde chico a Patricia Bargero pasar en su silla de ruedas a motor rumbo a la biblioteca o a dar un taller sobre Puig en alguna de las escuelas de la ciudad. Patricia Bargero quedó cuadripléjica en un accidente que tuvo, muy jovencita, pocos días antes de casarse: volvía a Villegas manejando el auto de su padre, traía el vestido de novia en el asiento de atrás, el auto volcó. En algún momento de su lenta recuperación leyó por primera vez a Puig y sintió que esos libros le hablaban de tal manera, que podría decirse que ha dedicado su vida a ellos (“La identificación con sus historias y personajes fue total, empecé a hurgar en su vida, a buscarme adentro de las novelas, terminé viviendo en una de las casas donde vivió, dando talleres de lectura de sus novelas por las escuelas y escribiendo un libro interminable sobre él”). Como le pasó al resto de los villeguenses, Patricia Bargero no pudo leer esas dos novelas de Puig como si fueran ficción; para ella eran pura realidad. Pero en lugar de escandalizarse, vio en ambos libros un espejo y una herramienta para entender y entenderse.
Puig rechazó desde chico el mundo masculino por la carga de violencia que tenía: “En el colegio primario descubrí los primeros brotes de una violencia que nunca entendí ni dejé de odiar. Esa sistemática humillación de todo lo que fuera débil o sensible me aterró siempre. El problema de defenderse fue una fuente de angustia para mí, porque yo rechacé siempre la fuerza, el prestigio que tenía la fuerza en mi pueblo”. Esa autoexclusión lo volvió muy observador: un chico molesto, que veía toda la cadena de la violencia, que sabía entender ese silencio de las víctimas, porque de eso no se hablaba. Que Puig haya elegido voces de mujeres y de niños para contar la historia no es casual, ni inocente. Su genio consiste en eso: todo ocurre camuflado en sus novelas, debajo de la aparente banalidad y simpleza de lo que dicen sus personajes.
En suma: Puig, el puto mentiroso, el frívolo chimentero, el superficial sin remedio, como lectura indispensable, e invalorable, para quienes viven en Villegas. Patricia Bargero lleva años transmitiendo esto, porque en cierto sentido Puig ha dictado su vida: además de sus talleres sobre él en las escuelas, Patricia participó activamente en la investigación que sacó a la luz los ocho desaparecidos que hubo en Villegas durante la dictadura, y desde hace años mantiene una incansable labor feminista, para que las cosas cambien en Villegas.
 Porque está bueno ese cartel en la ruta que dice “La ciudad del escritor Manuel Puig”, pero no alcanza con eso. Los memoriosos quizá recuerden un video que hace años circuló como una plaga, primero por General Villegas y después por todo el país: tres adultos abusando de una menor. Lo que no se supo es que, cuando estalló la cosa, amigos y familiares de los victimarios convocaron a una marcha por las calles de Villegas. ¿Cuánta gente podía asistir a una marcha en favor de tres abusadores? Las imágenes de archivo del noticiero local muestran una apretada aglomeración de más de una cuadra. Lo más tremendo es que hay más mujeres que hombres en la marcha y la encabeza la pareja de uno de los abusadores. La escena podría perfectamente figurar en una novela de Puig, contada a través de las voces de distintas mujeres y niños que ven la escena desde la calle o en el noticiero, por la televisión.
La relación de Patricia Bargero con Puig se manifiesta también en el terreno más profundamente literario: aquella idea de Stendhal, de que el autor va construyendo con sus libros a su futuro lector, a su lector ideal. No hay fanático de Puig en el mundo que no haya peregrinado a Villegas para hablar con Patricia Bargero y todos ellos esperamos con igual ilusión el libro que ella lleva años escribiendo, un libro en forma de cartas, que trata de abarcar todas las facetas de su relación con Puig. Mientras tanto, cuando le preguntan cómo interpreta ella misma ese vínculo, prefiere despojarlo de toda resonancia épica: “Si se sigue creyendo que él era un resentido, se me puede considerar a mí también una resentida que mira desde su silla de ruedas a los bípedos que siguen viviendo su vida felices. Quienes prefieran el lado melodramático pueden verme como la pobre tullida tratando de hacerse un espacio en este pueblo donde todos son siempre los mismos desde tiempo inmemorial. Y a quien le guste lo rimbombante puede decir que le debo mi feminismo y mi conciencia social a Puig. Lo único que yo sé es que solamente reconociendo cuánto hay de sus libros en nosotros podremos comprendernos y transformar el Villegas que habitamos y que yo sigo eligiendo para vivir porque es el lugar donde puedo trabajar, puedo soñar y puedo además reírme mucho de mí misma”.

sábado, 9 de noviembre de 2019


Cavante, andante
Amelia Biagioni 



A veces
soy la sedentaria.
Arqueóloga en mí hundiéndome,
excavo mi porción de ayer
busco en mi fosa descubriendo
lo que ya fue o no fue
soy predadora de mis restos.
Mientras me desentierro y me descifro
Y recuento mi antigüedad,
pasa arriba mi presente y lo pierdo.
Otras veces
me desencorvo con olvido
pierdo el pasado y soy la nómada.
Exploradora del momento que me invade,
remo sobre mi canto suyo
rumbo al naufragio en rocas del callar,
o atravieso su repentino bosque mío
hacia el claro de muerte.
Y a extremas veces
mientras sobrecavándome
descubro al fondo mi
fulgor inmóvil ojo
de cerradura inmemorial,
soy avellave en el cenit
ejerciendo
mi remolino.


De Región de fugas (1995)

domingo, 29 de septiembre de 2019

J'ai tant rêvé de toi

Robert Desnos 

J'ai tant rêvé de toi que tu perds ta réalité.
Est-il encore temps d'atteindre ce corps vivant
Et de baiser sur cette bouche la naissance
De la voix qui m'est chère?

J'ai tant rêvé de toi que mes bras habitués
En étreignant ton ombre
A se croiser sur ma poitrine ne se plieraient pas
Au contour de ton corps, peut-être.
Et que, devant l'apparence réelle de ce qui me hante
Et me gouverne depuis des jours et des années,
Je deviendrais une ombre sans doute.
O balances sentimentales.

J'ai tant rêvé de toi qu'il n'est plus temps
Sans doute que je m'éveille.
Je dors debout, le corps exposé
A toutes les apparences de la vie
Et de l'amour et toi, la seule
qui compte aujourd'hui pour moi,
Je pourrais moins toucher ton front
Et tes lèvres que les premières lèvres
et le premier front venu.

J'ai tant rêvé de toi, tant marché, parlé,
Couché avec ton fantôme
Qu'il ne me reste plus peut-être,
Et pourtant, qu'a être fantôme
Parmi les fantômes et plus ombre
Cent fois que l'ombre qui se promène
Et se promènera allègrement
Sur le cadran solaire de ta vie.

domingo, 15 de septiembre de 2019

Poema de Alejandra Pizarnik

Exilio

                                                    A Raúl Gustavo Aguirre

Esta manía de saberme ángel,
sin edad,
sin muerte en qué vivirme,
sin piedad por mi nombre
ni por mis huesos que lloran vagando.

¿Y quién no tiene un amor?
¿Y quién no goza entre amapolas?
¿Y quién no posee un fuego, una muerte,
un miedo, algo horrible,
aunque fuere con plumas,
aunque fuere con sonrisas?

Siniestro delirio amar a una sombra.
La sombra no muere.
Y mi amor
sólo abraza a lo que fluye
como lava del infierno:
una logia callada,
fantasmas en dulce erección,
sacerdotes de espuma,
y sobre todo ángeles,
ángeles bellos como cuchillos
que se elevan en la noche
y devastan la esperanza.

viernes, 30 de agosto de 2019

viernes, 23 de agosto de 2019


Poema de Alejandro Zambra, de su libro "Bahía inútil"


Propiedad de la espera

Trata de sentir el suelo
Sus pies se hunden en la arena seca
Busca sus pies
Detiene el movimiento de sus manos
Ha encontrado sus pies pero no los mira
Todo es igual a como era antes.
Necesito explicar que es así,
que todo es igual a un momento anterior,
doloroso.
Supongo que hay mar ante sus ojos
y que ella mira el mar
como mira el centro de un espejo difícil.





lunes, 19 de agosto de 2019

lunes, 12 de agosto de 2019



Indio Solari - Juguetes Perdidos 

En este día peronista, para que no nos roben las ilusiones,

¡¡¡FUERA MACRI GATO !!!



lunes, 5 de agosto de 2019

Poema de Josefina Plá
OFICIO DE MUJER
Oficio de mujer.
Juego a escondite:
en donde estoy nunca vio nadie nada.
Oficio de mujer.
Espigadora
de campos bajo un sol que pronto acaba.
Custodia de los cántaros.
Avivo los rescoldos en la dura mañana,
aliso los pañales como pétalos
y reenciendo las lámparas.
Oficio de mujer.
Puente entre muertes.
Rosal despetalado con cada alba.
Oficio de mujer.
Manos moviéndose
sin pausa
como hojas
que se retratan arañando el cielo
para caer al suelo y ser pisadas.
Manos sin pausa y sin descanso
sellando itinerarios, tibios mapas.
En el vientre un camino.
En la mirada
tremolando al viento el cartel roto
de huérfana posada.

viernes, 2 de agosto de 2019


La brillante Leo en otro capítulo de:

"Haciendo amigues con Leonor Silvestri"




domingo, 9 de junio de 2019

Ajedrez 
Rosario Castellanos

Porque éramos amigos y a ratos, nos
amábamos;
quizá para añadir otro interés
a los muchos que ya nos obligaban
decidimos jugar juegos de inteligencia.
Pusimos un tablero enfrente
equitativo en piezas, en valores,
en posibilidad de movimientos.
Aprendimos las reglas, les juramos respeto
y empezó la partida.
Henos aquí hace un siglo, sentados,
meditando encarnizadamente
como dar el zarpazo último que aniquile
de modo inapelable y, para siempre, al otro.

Astor Piazzolla 
El choclo 


viernes, 24 de mayo de 2019

Love Again

Love again: wanking at ten past three   
(Surely he’s taken her home by now?),   
The bedroom hot as a bakery,
The drink gone dead, without showing how   
To meet tomorrow, and afterwards,
And the usual pain, like dysentery.

Someone else feeling her breasts and cunt,   
Someone else drowned in that lash-wide stare,   
And me supposed to be ignorant,
Or find it funny, or not to care,
Even ... but why put it into words?
Isolate rather this element

That spreads through other lives like a tree   
And sways them on in a sort of sense   
And say why it never worked for me.   
Something to do with violence
A long way back, and wrong rewards,   
And arrogant eternity.

miércoles, 22 de mayo de 2019


Exilio


(...)
¿Y quién no tiene un amor?
¿Y quién no goza entre amapolas?
¿Y quién no posee un fuego, una muerte,
un miedo, algo horrible,
aunque fuere con plumas,
aunque fuere con sonrisas?
Siniestro delirio amar a una sombra.
La sombra no muere.
Y mi amor
sólo abraza a lo que fluye
como lava del infierno.

Poema de Alejandra Pizarnik 


martes, 21 de mayo de 2019



Entrevista con Juan José Saer
Con el agua en la boca

Andrea Stefanoni y Damián Lapunzina
Radiomontaje. Argentina, diciembre del 2003.

Fotografía: Pablo Mehanna

Mañana de lluvia en Buenos Aires, un día más que propicio para entrevistar al autor de CicatricesNadie nada nuncaGlosaLa ocasión y Las nubes, entre otros. El escritor argentino reside en Francia desde el año 1968, donde da clases en la Facultad de Letras de la Universidad de Rennes, también escribe artículos para diferentes periódicos. Sus mañanas en París son tranquilas, se levanta a eso de las nueve y sale a caminar. Siempre por la sombra -aclara Saer-. Vuelve a casa, y después de almorzar se queda un rato en su sofá mirando por la ventana. Cumple con un ritual demasiado sencillo para un gran escritor: antes de sentarse a escribir toma un café con un pedacito de chocolate se sienta en un sillón y mira por la ventana" y así se va creando poco a poco el momento para comenzar a escribir","no he tenido métodos de trabajo sino más bien periodos diferentes". "En una época escribía todo el tiempo, ahora eso no es posible, porque ya no tengo tanto que decir". La ironía es uno de sus rasgos clave.
-¿Qué piensa de las entrevistas?
-Me resigno a ellas. Tengo que hacer eso para que el editor me pague el hotel, me trate bien , me invite a comer y además es verdad que eso ayuda un poco para la venta. A veces salen cosas interesantes en las entrevistas y otras no. Depende del entrevistador. A veces pueden ser muy deprimentes, porque uno siente que el trabajo que ha hecho no aparece valorado, o puede haber una serie de malentendidos sobre el trabajo, pero me han hecho muy buenas entrevistas a lo largo de todos estos años, en las cuales he aprendido cosas sobre mí mismo, he elaborado cosas que de otra manera no hubiese elaborado jamás, gracias a las preguntas que me hacían.
-¿Cicatrices, esa historia en cuatro visiones, en cuatro secuencias, está inspirada en algún hecho en particular?
-Cicatrices la escribí en veinte noches. Está inspirada en un hecho real. La escribí en 1967 cuando tenía 29 años y hacía como siete años que la quería escribir. Trabajaba como periodista en tribunales y esta historia me había llamado mucho la atención, un hombre que había matado a su mujer, ex dirigente sindical, medio borracho... me había impresionado la noticia y unos años más tarde estuve en el estudio de un amigo abogado y me mostró las fotos del tipo, de la mujer muerta, y del lugar en que la había asesinado, todo eso me produjo una fuerte necesidad de escribir esa historia que fue escrita en cuatro partes con la tentativa de hacer un libro en el cual hubiese una estructura circular que fuese englobando todas las partes. Un amigo me dijo un día que Cicatrices tiene forma de embudo y me pareció buena la imagen. En un determinado momento se habla del círculo y del espiral, para Goethe la realidad es un espiral, y en un momento uno de los personajes dice: no, no es un espiral, es un círculo. Para Goethe es un espiral ascendente, era un optimista, y el personaje del libro tiene una visión menos optimista del mundo.
-Para admirar a un escritor hay que merecerlo, no se puede admirar a Shakespeare y escribir como Paulo Coelho, lo dijo usted en una nota. También hizo referencia a una declaración de Coelho donde el escritor brasilero decía que admiraba a Borges y a Jorge Amado...
-¡Claro! Y dije que uno de los dos tenía que protestar. Si a Coelho le gustan los dos hay algo que falla en su juicio estético, es una manera de involucrarlos a ambos en una estética que es totalmente inexistente, es imposible. A mi me gusta Borges, pero no me gusta Jorge Amado, aunque es una persona estimable y generosa, pero su literatura evidentemente es un poco folklórica. Al principio era una literatura de protesta social y después dejó de serlo, perdió ese dramatismo social y se transformó en una especie de cultor del color local de Bahía, del cual yo desconfío, nunca estuve en Bahía pero yo desconfío de todo el color local. Aquí en Buenos Aires el color local es el tango, me tiene harto, me dan ganas de vomitar cuando veo bailarines de tango, y eso que me gusta mucho el tango, pero se ha transformado en una especie de cosa estilizada para turistas. A mi me gusta Borges, pero no me gusta Amado.
Otro caso similar es el de Mario Vargas Llosa; él dice que su autor preferido es Flaubert, yo no veo absolutamente nada ni en la obra, ni en la vida, ni en las opiniones que pueda provenir de Flaubert. En los métodos de escritura de uno y de otro, es ahí donde hay que juzgar a un escritor, en la concepción de la novela es totalmente diferente. Uno hace novelas enormes, mamotretos comerciales que son cada vez peores, y el otro tenía la religión del "Buen Gusto", de la palabra justa, decía que en una novela una palabra no puede ser cambiada porque cambia todo el sentido de la novela. Escribió muy pocos libros y cada uno de esos libros era una aventura nueva que empezaba y abría un camino nuevo para la narrativa. Son todos libros muy diferentes que lo único que tienen en común es el estilo inimitable de Flaubert cuya música basta con cerrar los ojos para escucharla inmediatamente. Él probaba sus prosas en voz alta, a la noche, solo, para ver si funcionaba. No podemos decir lo mismo de (Mario)Vargas Llosa, cuya prosa siempre está hecha con gran rapidez para poder llegar a las mejores ventas lo antes posible, para no retrasarse. Parece que ahora ha hecho declaraciones contra Kirchner; es ese tipo de lacayos que se anticipan siempre a los deseos del amo.
-Ya había existido un entredicho cuando Vargas Llosa declaró que había que perdonar a los militares en nombre de la democracia...
-Si, él dijo eso y que todo el pueblo argentino estaba comprometido con lo que pasó. Jamás perdería ni cinco minutos en contestarle. Nunca leo sus artículos, ni las posiciones estéticas de Paulo Coelho, ni de Isabel Allende, no me interesan ese tipo de personajes, a los que les deseo la mayor cantidad posible de ventas y de años de vida naturalmente, además son lo bastante astutos como para no meterse en cosas en las que no se tienen que meter, en cambio Vargas Llosa, tal vez sea un mérito de su parte ese empecinamiento en opinar sobre todo, es un opinador profesional, y siempre opina mal.
-Alguna vez dijo usted, "uno escribe para desconocidos" a pesar de eso hay algún lector, imaginario o real, que le gustaría que le devuelva algo de sus novelas, algún comentario, una crítica...
-Cuando uno es joven hay muchos autores que uno quisiera que lean sus libros. Me hubiese gustado que todos esos personajes extraordinarios, legendarios que eran para mi los grandes escritores hubiesen podido leer mis libros, uno escribe para ese tipo de lectores que son imaginarios, son modelos de lectores, que tal vez no sean buenos lectores, cada autor tiene su propio sectarismo estético que le permite existir como autor. Una obra literaria está hecha a base de muchas aperturas pero también de muchos dogmatismos, muchas cosas cerradas, muchos rechazos, para poder existir. Yo tengo la suerte de haber encontrado a un lector como esos, nos hemos hecho amigos, es Alain Robbe Grillet quien leyó mis libros y me tiene una altísima estima, a veces un poco exagerada, y es un personaje realmente extraordinario, de una inteligencia fuera de serie, tiene ochenta y un años y una vitalidad increíble. El próximo año vamos a venir a Buenos Aires a dar conferencias. Tener el juicio que ha emitido él varias veces sobre mi obra, no me asegura de nada, pero es un placer. Otros escritores como Ricardo Piglia que es de mi generación con el cual tenemos muchos puntos de contacto, todas esas lecturas me reconfortan, me permiten seguir escribiendo, seguir trabajando.
-¿Está escribiendo algo ahora?
-Estoy escribiendo una novela que se llama La grande, probablemente salga a finales del año que viene o a principios del 2005. Es una novela larga, entonces hay que andar con pies de plomo para que todo quede más o menos bien. A lo mejor es una novela más que estoy escribiendo ¿no?, pero a la vez, de todos modos no puedo estar sin escribir y esta novela estoy tratando de hacerla como todas las otras, con el mismo cuidado, las mismas dudas, la misma incertidumbre. Y tratando de hacer algo bueno. Para mi una buena novela es como un objeto mágico que irradia un montón de cosas, no solamente es una lectura edificante, es un objeto que irradia infinidad de cosas.
-Onetti dijo: la literatura es mentir bien la verdad...
Si, es una linda manera de describir la paradoja de la ficción. Onetti ha reflexionado sobre la ficción en sus propios libros a pesar de que no escribía ensayos y por ahí salía con una guarangada cuando hablaban de crítica, sin embargo cuando leemos sus libros, particularmente La vida breve o El astillero vemos que hay una profunda reflexión sobre el alcance del relato, de la ficción, de la representación, en ese sentido La vida breve es un libro totalmente pionero y novedoso no solamente en la lengua española, yo casi diría del siglo XX, ese tratamiento de ficciones superpuestas, una dentro de la otra como una especie de cajas chinas, eso solo se encuentra en el renacimiento, en el barroco. Esa frase me parece excelente, es una manera que tiene Onetti de resumir esa paradoja que es la paradoja de la ficción. Yo siempre digo que las razones por las que creemos en una ficción son idénticas a las que creemos en un Dios, creemos en un Dios porque su existencia le da un sentido al mundo, le da una estructura, y la ficción hace lo mismo, estructura el mundo, un mundo que está hecho a base de experiencias inconexas, fragmentarias, dispersas, la ficción las reúne en un modelo que no significa sino que irradia un sentido múltiple, como que tornasola, como que el sentido está ahí, lo intuimos y de pronto se apaga, de pronto reaparece, de pronto deslumbra, hay una luz fluctuante, la lucidez y la luz vienen de la misma raíz, la lucidez mental y la luz que nos alumbra, eso es la ficción, exactamente lo mismo que pasa cuando creemos en Dios, le da un sentido al mundo , una finalidad... yo prefiero creer más en las ficciones que en Dios. Pero respeto las creencias si no me la quieren imponer.
-Usted es un hombre que trabaja con palabras, si tuviera que elegir una, ¿cuál sería?
Se me ocurrió una, y tal vez esa palabra le dé un sentido a muchas cosas de mi vida, se me acaba de ocurrir en este momento, la palabra es agua, de pronto me doy cuenta que mis dos hijos, que tiene diez años de diferencia, la primera palabra que dijeron fue agua, pero la dijeron en italiano los dos o en latín aqua. También porque yo soy asmático y estoy todo el tiempo dándome aire, y el agua es el primer elemento que se dispone para calmar esa deficiencia de la oralidad, pero al mismo tiempo se transforma en una especie de metonimia de todo aquello que pasa por la boca. Eso podría definir bastante mi vida, si nos ponemos a pensar en todo lo que pasa por la boca y todas las cosas que hacemos con la boca y como el agua está presente en todo eso.
-Usted propone un mapa de lecturas, Di Benedetto, Juan L. Ortiz...
Mi próximo artículo será sobre Juan L. Ortiz, -porque yo escribo artículos en los diarios para ganarme la vida- se cumplieron veinticinco años de su muerte y por primera vez tengo la total convicción - digo por primera vez porque me he separado afectivamente de él después de su muerte y he podido verlo objetivamente- tengo la total convicción de que Juan L. Ortiz es el más grande poeta argentino del siglo XX sin la menor duda, sólo podemos equipararlo con Lugones o con Borges. La lección extraordinaria de Juan L. Ortiz es que es el antimercado por excelencia y sin embargo se ha impuesto como un hito esencial de la literatura argentina, iría mucho más lejos y hablaría de la lengua española. Si uno empieza a ver la historia de la literatura argentina - y río platense- vemos que a partir del siglo XIX se confunde con la literatura de la lengua española, es obvio que decir que Juan L. Ortiz es el más grande poeta no es posible porque hay poetas tan grandes o más que él, como Cesar Vallejo, Pablo Neruda, el mismo Juan L Ortiz dijo que Cesar Vallejo es el más grande poeta de lengua española del siglo XX, y no quisiera contradecirlo.
-Insisto ¿por qué esos autores? ¿para compartirlos? ¿para sacarlos del ocultamiento? -También hay una guerra... estética, que debe resolverse. Un conflicto que debe resolverse, creo que la teoría más idiota que ha sido forjada por la crítica en los últimos años es la teoría del canon, porque parece una cosa fija, además es disparatado el canon del señor Bloom porque... en fin, no vale la pena entrar en detalles.
-En toda su obra hay una imagen muy fuerte de la amistad, está muy presente en sus libros, hay relaciones muy fuertes entre sus personajes...
-Yo valoro mucho la amistad, incluso en las relaciones amorosas también, porque las relaciones amorosas no bastan con que sean pasionales, también tiene que haber amistad en ellas, porque es una manera de hacerla durar y pasar por diferentes etapas. También tengo una relación de amistad con mis hijos. La amistad es esa relación de equilibrio que se establece entre dos personas de cualquier sexo en la cual prevalecen menos los instintos de posesión, nos da la capacidad de vivir afectuosamente esa relación pero en un clima de libertad mutua, de crédito, de confianza. Con mis buenos amigos nos divertimos mucho a costa de nosotros mismos también. Las teorías sobre la espiritualidad, el amor y la amistad, a pesar de que yo tengo una posición materialista muy marcada, casi deliberada, no son totalmente equivocadas. Evidentemente el amor y la amistad pueden ser misterios en el sentido religioso del término. Porque de esta horda salvaje, violenta, sangrante, carnívora, destructora, de pronto aparecen esas flores que salen como de la podredumbre, del pantano, esas flores frágiles, delicadas, que son el amor y la amistad. Podríamos atribuirle a ellas un origen divino, podemos concebirlas como un misterio, no rechazo esa idea, no la desprecio, pero no la uso para mí, yo prefiero concebirla mejor como una de las tantas posibilidades a las que el hombre y los animales - recuerden el Martín Fierro: aprendan de la cigüeña este gesto de ternura- pero también el cocodrilo se come a sus hijos, y muchos humanos también los devoran de manera simbólica y en algunos casos, totalmente literal.
-A José Saramago le preguntaron en una entrevista en Buenos Aires si había imaginado un epitafio y respondió: aquí yace, indignado, José Saramago. ¿Pensó en alguno usted?
-(Risas) No, por ahora no, Saramago estará más cerca... de todos modos yo no quiero tener tumba ni epitafio, quiero ser quemado y que mis cenizas sean dispersas dónde quieran, las pueden tirar a la basura si quieren, no porque piense que no valgo nada, sino que en cualquier lugar donde las tiren van a retomar la molienda universal de la materia y algún día volveré a este mundo, quizás, según la teoría del eterno retorno de Nietzsche, pero esta vez transformado en Paulo Coelho, lleno de dinero (risas).

martes, 7 de mayo de 2019


Para mi amiga Clau, porque todavía nos queda la literatura. 

La pelota

de Felisberto Hernández

Cuando yo tenía ocho años pasé una larga temporada con mi abuela en una casita pobre. Una tarde le pedí muchas veces una pelota de varios colores que yo veía a cada momento en el almacén. Al principio mi abuela me dijo que no podía comprármela, y que no la cargoseara; después me amenazó con pegarme; pero al rato y desde la puerta de la casita —pronto para correr— yo le volví a pedir que me comprara la pelota. Pasaron unos instantes y cuando ella se levantó de la máquina donde cosía, yo salí corriendo. Sin embargo ella no me persiguió: empezó a revolver un baúl y a sacar trapos. Cuando me di cuenta que quería hacer una pelota de trapo, me vino mucho fastidio. Jamás esa pelota sería como la del almacén. Mientras ella la forraba y le daba puntadas, me decía que no podía comprar la otra y que no había más remedio que conformarse con ésta. Lo malo era que ella me decía que la de trapo sería más linda; era eso lo que me hacía rabiar. Cuando la estaba terminando, vi como ella la redondeaba, tuve un instante de sorpresa y sin querer hice una sonrisa; pero enseguida me volví a encaprichar. Al tirarla contra el patio el trapo blanco del forro se ensució de tierra; yo la sacudía y la pelota perdía la forma: me daba angustia de verla tan fea; aquello no era una pelota; yo tenía la ilusión de la otra y empecé a rabiar de nuevo. Después de haberle dado las más furiosas “patadas” me encontré con que la pelota hacía mo­vimientos por su cuenta: tomaba direcciones e iba a lugares que no eran los que yo imaginaba; tenía un poco de voluntad propia y parecía un animalito; le venían caprichos que me hacían pensar que ella tampoco tendría ganas de que yo jugara con ella. A veces se achataba y corría con una dificultad ridícula; de pronto parecía que iba a parar, pero después resolvía dar dos o tres vueltas más. En una de las veces que le pegué con todas mis fuerzas, no tomó dirección ninguna y quedó dando vueltas a una velocidad vertiginosa. Quise que eso se repitiera pero no lo conse­guí. Cuando me cansé, se me ocurrió que aquel era un juego muy bobo; casi todo el trabajo lo tenía que hacer yo; pegarle a la pelota era lindo; pero después uno se cansaba de ir a buscarla a cada momento. Entonces la abandoné en la mitad del patio. Después volví a pensar en la del alma­cén y a pedirle a mi abuela que me la comprara. Ella volvió a negármela pero me mandó a comprar dulce de membrillo. (Cuando era día de fiesta o estábamos tristes comíamos dulce de membrillo). En el momento de cruzar el patio para ir al almacén, vi la pelota tan tranquila que me tentó y quise pegarle una “patada” bien en el medio y bien fuerte; para conse­guirlo tuve que ensayarlo varias veces. Como yo iba al almacén, mi abuela me la quitó y me dijo que me la daría cuando volviera. En el almacén no quise mirar la otra, aunque sentía que ella me miraba a mí con sus colores fuertes. Después que nos comimos el dulce yo empecé de nuevo a desear la pelota que mi abuela me había quitado; pero cuando me la dio y ju­gué de nuevo me aburrí muy pronto. Entonces decidí ponerla en el portón y cuando pasara uno por la calle tirarle un pelotazo. Esperé sentado en­cima de ella. No pasó nadie. Al rato me paré para seguir jugando y al mirarla la encontré más ridícula que nunca; había quedado chata como una torta. Al principio me hizo gracia y me la ponía en la cabeza, la tiraba al suelo para sentir el ruido sordo que hacía al caer contra el piso de tierra y por último la hacía correr de costado como si fuera una rueda.
Cuando me volvió el cansancio y la angustia le fui a decir a mi abuela que aquello no era una pelota, que era una torta y que si ella no me com­praba la del almacén yo me moriría de tristeza. Ella se empezó a reír y a hacer saltar su gran barriga. Entonces yo puse mi cabeza en su abdomen y sin sacarla de allí me senté en una silla que mi abuela me arrimó. La barriga era como una gran pelota caliente que subía y bajaba con la res­piración. después yo me fui quedando dormido.