sábado, 26 de septiembre de 2020

 "Poderoso Cóndor"


Hanaqpacata qhasuspan
rikhurimun apu kuntur
mancarisqan qunqurcakin
urqukuria qhawashanku
raprankunata mast'arin 
llaqtakunata llanthuqtarag
mayukunan qucakunan 
rikc'ayninta lirpushanku

Raprakunata maywispan
wayrataraq Phawaricin 
uywakunata llaksaspan 
urqun q'asanta ayqicin

Intiwanpas ñawipuran
qhawanaykunun kunturqan 
runatataqmi riqsiykun
sunqunkama
qhawaykuuspa 
K'akaranpas K'awciy K'awcin
churunanpas ari yawrin 
rakhu sarpha cakinpitaq 
sillunkuna tumi tumi

Sumaq mallku apu Kuntur
yana p'aca yurak qhutu
imanantaq qan qamunki
wasiy urqupi tiyaykuq

Amapuni willawayku
taytamamaq wañunanta
aswan ñuga qurisqayki 
yawarniyta ukyaykukuy.



Rozando todos los cielos
aparece el divino cóndor; 
temerosas, se ponen las rodillas 
las montañas que él contempla. 
Extiende sus alas 
y los pueblos caen bajo su sombra: 
los ríos, los lagos, 
reflejan su gran imagen.

Moviendo sus alas 
desata los vientos; 
con hojas sin peso, los animales 
huyen por abras y montes.

Con el sol, ojo a ojo
el cóndor se mira;
y nadie como él conoce al hombre
llegando a su profundo
corazón, con ese ojo.
Su aguda cresta, cortante acero;
su pico ¡sí, aguja!
y en sus patas escamosas,
las uñas cuchillo antiguo.

Hermoso señor del mundo blanco nudo 
¿Por cuál motivo vienes tú 
a posarte en el techo de mi morada-

No me digas 
que mi padre o mi madre han muerto; 
yo te ofrezco (en cambio) 
que bebas mi sangre ¡bébela Señor!

Poema de Andrés Alencastre, traducción de José María Arguedas 

viernes, 11 de septiembre de 2020

 Quién sabe

Indio que asomas a la puerta
de esa tu rústica mansión:
¿Para mi sed no tienes agua?
¿Para mi frío cobertor?
¿Parco maíz para mi hambre?
¿Para mi sueño, mal rincón?
¿Breve quietud para mi andanza?

-¡Quién sabe, señor!

Indio que labras con fatiga
tierras que de otro dueño son:
¿Ignoras tú que deben tuyas
ser por tu sangre y tu sudor?
¿Ignoras tú que audaz codicia
siglos atrás te las quitó?
¿Ignoras tú que eres el amo?

-¡Quién sabe, señor!

Indio de frente taciturna
y de pupilas de fulgor:
¿Qué pensamiento es el que escondes
en tu enigmática expresión?
¿Qué es lo que buscas en tu vida?
¿Qué es lo que imploras a tu dios?
¿Qué es lo que sueña tu silencio?

-¡Quién sabe, señor!

¡Oh, raza antigua y misteriosa,
de impenetrable corazón,
que sin gozar ves la alegría
y sin sufrir ves el dolor:
eres augusta como el Ande,
el Grande Océano y el Sol!
Ese tu gesto que parece
como de vil resignación,
es de una sabia indiferencia
y de un orgullo sin rencor…

Corre por mis venas sangre tuya,
y, por tal sangre, si mi Dios
me interrogase qué prefiero
-cruz o laurel, espina o flor,
beso que apague mis suspiros
o hiel que colme mi canción-,
responderíale diciendo:
-¡Quién sabe, señor!

José Santos Chocano

domingo, 6 de septiembre de 2020

 

Vacío 

por Andrés Caicedo


A lo mejor no he debido estarme tanto tiempo en la casa de Angelita, porque cuando salí todo estaba vacío. Casi que me vuelvo para atrás. Voltié la cara y ella me estaba diciendo adiós desde la ventana. Por primera vez estuvimos juntos más de una hora. Nos amamos por primera vez. Ella me dijo adiós desde la ventana.

Yo no podía regresar. Yo tenía que irme. Le sonreí a su cara que salía por la ventana y empecé a caminar toc toc toc por el pavimento resquebrajado. Me había metido las manos a los bolsillos. Recorrí muy despacio su calle, los sauces que crecen a lado y lado, y la iluminación de mercurio, todo eso vacío. No podía regresar, sus papás no demoraban en llegar, y quién sabe si con un hermano. Yo no quiero morir tan joven. Vacía la esquina de la casa de Angelita. Y la luna llena. Esa luna llena que se está llenando desde hace cuatro días y hoy es cuando está más llena. Hoy es la noche del peligro, mano.

Vacío Sears. Cuando pasé por allí, no estaban ni siquiera los vigilantes que cargan escopeta y que le tiran de una al primero que venga a robarle algo a lo que los gringos tienen en Sears. Vacía toda la Avenida Estación pero yo cerré bien los puños dentro de los bolsillos y caminé por la mitad de la calle, echando ojo a cada sombra, a cada casa, a cada raya. Cuando paso por aquí de día y todo eso, siempre pienso en Angelita. Desde la Avenida Estación se ve su casa, la parte de atrás de su casa. Y cuando paso por aquí de día y hay sol y todo eso y la gente que pulula, pienso por qué no ir donde Angelita, tocar a la puerta, preguntar por ella, por qué no, qué tiene eso de malo, pasé por detrás de su casa y pensé en ella. Me la imaginé ya casi dormida, abrazando una de las almohadas pensando en mí, pensando en mañana cuando se levantara y me llamara por teléfono y yo le contestara, todo eso, contarle que cuando salí de su casa la calle estaba vacía y que me había dado miedo al principio pero después no, por algo es uno alumno de sexto del colegio San Juan Berchmans. Desde donde yo estaba mirando se veían la ventana de sus papás y la del cuarto de las mantecas y las cortinas de la sala. Me hubiera gustado treparme al techo, caminar hasta su cuarto y despertarla de un beso en la mejilla, juntarle mi cara, respirarle en las orejas, preguntarle por mí, que si me ha pensado mucho. Me hubiera gustado eso.

Tal vez si no hubiera salido tan tarde de su casa, no me hubiera encontrado esta calle tan vacía. Caminé despacio hasta Deiri Frost. Vacío Deiri Frost allí donde uno se aparece cualquier día y se encuentra con los muchachos, con Pedro y con Pablo y Chucho y Jacinto y José, toda la gente, y eso es que le preguntan a uno que para dónde va y uno contesta para ver adónde es que lo invitan, y allí de una le plantean onda con cualquier par de hembras, cosas así, cualquier día. Pero de día. Ahora el Deiri Frost estaba vacío. Me arrimé bien a los vidrios para ver si veía al gringo que prepara los helados, pero nada. Todo vacío. Si me encontrara con alguien, por qué no. Con tantos amigos que tiene uno en Cali, por qué no. Me senté un rato en el muro del Deiri Frost esperando a que pasara alguien conocido. Han debido pasar como veinte minutos y no pasó nadie. Ni siquiera un taxi. Nada, y esa luna llena… Me paré del muro y caminé hacia arriba, por la Avenida Sexta hasta que llegara a mi casa. Vacía la fuente, vacía la Bomba, vacío Oasis, allí donde yo conocí a Angelita.


Spinetta y Charly García

Rezo por vos 


 

sábado, 5 de septiembre de 2020

 La memoria es sólo un espejismo


Granos de arena. Travesía del polvo.
Piélago rendido a la distancia.
Vaharada de tiempo que sofoca
la ráfaga encendida.
Fiebre sedienta y ávida.
La memoria es sólo un espejismo.
No remuevas la arena.

                                                            Luzmaría Jiménez Faro
                                                           
                                                            De "Mujer sin alcuza" 2005

Cita con mis poetas

Oblicuamente noche llegas
a sacudir la fiebre que recorre
el azulado horóscopo que anudo.
Abro las manos torpe
y cuento mis diez dedos
que como diez cuchillos afilados
apuñalan lo oscuro.
Y yo,
y tú,
nosotros y vosotros,
los que amamos la voz y la palabra
al margen del insomnio,
descifraremos el ajedrez de espejos
para después, a plena luz, reconocernos.

                                                                      Luzmaría Jiménez Faro