"Poderoso Cóndor"
Hanaqpacata qhasuspan
rikhurimun apu kuntur
mancarisqan qunqurcakin
urqukuria qhawashanku
raprankunata mast'arin
llaqtakunata llanthuqtarag
mayukunan qucakunan
rikc'ayninta lirpushanku
Raprakunata maywispan
wayrataraq Phawaricin
uywakunata llaksaspan
urqun q'asanta ayqicin
Intiwanpas ñawipuran
qhawanaykunun kunturqan
runatataqmi riqsiykun
sunqunkama
qhawaykuuspa
K'akaranpas K'awciy K'awcin
churunanpas ari yawrin
rakhu sarpha cakinpitaq
sillunkuna tumi tumi
Sumaq mallku apu Kuntur
yana p'aca yurak qhutu
imanantaq qan qamunki
wasiy urqupi tiyaykuq
Amapuni willawayku
taytamamaq wañunanta
aswan ñuga qurisqayki
yawarniyta ukyaykukuy.
Rozando todos los cielos
aparece el divino cóndor;
temerosas, se ponen las rodillas
las montañas que él contempla.
Extiende sus alas
y los pueblos caen bajo su sombra:
los ríos, los lagos,
reflejan su gran imagen.
Moviendo sus alas
desata los vientos;
con hojas sin peso, los animales
huyen por abras y montes.
Con el sol, ojo a ojo
el cóndor se mira;
y nadie como él conoce al hombre
llegando a su profundo
corazón, con ese ojo.
Su aguda cresta, cortante acero;
su pico ¡sí, aguja!
y en sus patas escamosas,
las uñas cuchillo antiguo.
Hermoso señor del mundo blanco nudo
¿Por cuál motivo vienes tú
a posarte en el techo de mi morada-
No me digas
que mi padre o mi madre han muerto;
yo te ofrezco (en cambio)
que bebas mi sangre ¡bébela Señor!
aparece el divino cóndor;
temerosas, se ponen las rodillas
las montañas que él contempla.
Extiende sus alas
y los pueblos caen bajo su sombra:
los ríos, los lagos,
reflejan su gran imagen.
Moviendo sus alas
desata los vientos;
con hojas sin peso, los animales
huyen por abras y montes.
Con el sol, ojo a ojo
el cóndor se mira;
y nadie como él conoce al hombre
llegando a su profundo
corazón, con ese ojo.
Su aguda cresta, cortante acero;
su pico ¡sí, aguja!
y en sus patas escamosas,
las uñas cuchillo antiguo.
Hermoso señor del mundo blanco nudo
¿Por cuál motivo vienes tú
a posarte en el techo de mi morada-
No me digas
que mi padre o mi madre han muerto;
yo te ofrezco (en cambio)
que bebas mi sangre ¡bébela Señor!
Poema de Andrés Alencastre, traducción de José María Arguedas
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