miércoles, 15 de mayo de 2024


El vestido


Se me secó el alma. 
Como un alma arrojada al fuego, pero no del todo, 
no hasta la aniquilación. Sedienta, 
siguió adelante. Crispada, 
no por la soledad sino por la desconfianza, 
el resultado de la violencia. 

El espíritu, invitado a abandonar el cuerpo, 
a quedar expuesto un momento, 
temblando, como antes 
de tu entrega a lo divino; 
el espíritu fue seducido, debido a su soledad, 
por la promesa de la gracia. 
¿Cómo vas a volver a confiar 
en el amor de otro ser? 

Mi alma se marchitó y se encogió. 
El cuerpo se convirtió en un vestido demasiado grande 
 para ella. 

Y cuando recuperé la esperanza, 
era una esperanza completamente distinta. 


Louise Glück

domingo, 5 de mayo de 2024

 

Tembladerales de oro

In memoriam Alfredo Martínez Howard

El dolor ha abierto sus puertas al agua de oro del oro que
arde contra el oro el oro de los ocultos tembladerales
que largan el aire de oro hacia los rojos destinos
pulmonares con el acuerdo de los fantasmas de oro
coronados por los juncos de oro bebiendo los
caballos de oro los troperos de oro envueltos en los
ponchos de oro -a veces negro a veces colorado
celeste verde- y el caballero que repasa las lagunas de
los oros naturalmente populares el que se embarca
en las balsas de oro con todos los excesos de
pasajeros de oro que manejan los caballos de oro con
los rebenques de oro bebiendo en la limetilla de oro
del barro de oro de los sueños de los frescos del
oro entre la majestad de las palmeras de oro y de los
ajusticiados y degollados en las isletas de oro bajo de
yacarés de oro del oro del Amor.


De Tembladerales de oro (1973) 


Francisco Madariaga