Lo que me queda
Porque lo amargo fue mi residencia,
cerrada como leño de carozo,
porque el amor se me quemó en solllozo,
y mi sollozo se apagó en paciencia,
nada le queda, nada, a mi existencia,
a mi tiempo, vaciado en largo foso;
nada, sino esperar el milagroso
ademán de la verde providencia.
Pero si en vez de Dios maravilloso
sólo hubiera una lenta indiferencia
sobre mi largo hueco soledoso,
sostén encontraría mi existencia,
donde nada le queda, en el precioso
hueso que le ha crecido: la experiencia.
Amelia Biagioni
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