jueves, 28 de mayo de 2020

ESTACIÓN EN LA TIERRA
I
No creo que yo esté aquí demás.
Aquí hace falta una mujer, y esa mujer soy yo.
No regreso hecha llanto. No quiero conciliarme
con los hechos extraños.
Antiguamente tuve la inútil velada de levantar las tejas
para aplaudir los párrafos de la experiencia ajena.
Antiguamente no había despertado.
No era necesario despertar.
Sin embargo, he despertado de espalda a tus discursos,
definitivamente de frente a la verídica, sencilla y clara
necesidad de ir a mi encuentro.
Ahora puedo negarte. Retirarte mi voto.
Y puedo escuchar y gritar conmigo
irremisiblemente viva,
porque viva es la voz de las verdades,
porque viva es la voz del luminoso
salón del casamiento del ángel con la estrella.
Ahora puedo negarte. Toda soy de ventanas,
limpia, libre y clara de frente al campanario
de los oficios de los vivos y de los muertos.
Y siento la necesidad de las cosas pequeñas,
de esas cosas pequeñas que no trepan
como si tuvieran medido el sitio,
sino que se esparcen como los árboles ardidos.
Con esa pequeñez me desplazo por tu arquitectura
de galería sin fin.
siempre sin novedad, ni rosa, ni luna en su camino
y llego al fondo donde te descubro
en esas generaciones de familias inmovilizadas
que terminan con la última viga anciana
cuando ya no hay otro dueño y el mueble está gastado.
II
Esa infeliz dignidad de la rutina
está en el término donde la tontería
tiene la voz de las caricias para llamar a las bestias
y no significa nada para la voz de mis verdades.
Pensarán que he llegado demasiado temprano,
acaso un poco tarde. Tal vez no hubiera
llegado a ningún otro tiempo
para reemplazar mi turno.
Pero no creo que yo esté aquí demás,
y además prefiero estar aquí ahora,
y desatarme a veces,
y recoger las negaciones
para volver con la resignación,
el grito y el paso de la muerte.
Esto es regresar al sitio
donde los árboles rechazan a los desconocidos
y se prolonga el conversar de algunas estaciones.
Esto es ser como los otros
y volver mi alma vecina
igual a las de los vecinos,
y perder el temor de atravesarme totalmente
con el recuerdo del libro del recuerdo.
III
Prudentemente he cerrado el camino
y he dicho: estoy en tiempo puro.
Un tiempo que en la vida ha perdido el sentido.
Un tiempo que revela que la naturaleza de las cosas
está al revés de su corteza
y el alimento consiste en el estímulo.
Estación de verdad que me incorpora
y rechaza el propósito de descubrir el Código
que sentencia la vida detrás de tu cortina.
Aída Cartagena Portalatín 

No hay comentarios:

Publicar un comentario